Jean Prévost (1901-1944) — brillante estudiante, alumno del filósofo Alain, campeón francés de boxeo universitario, biógrafo inolvidable de Montaigne, escritor y periodista prolífico, resistente contra el ocupante alemán (no con hueras palabras sino con las armas en la mano y aun con el sacrificio de la propia vida) — fue, además, en sus apenas cuarenta y tres años de vida segados por una patrulla enemiga, un poeta apasionado por la traducción. Políglota y erudito, tradujo y recreó con brío versos del latín, del griego, del alemán, del inglés, del italiano, del español.
¿Cómo no figuraría en estas páginas un poeta que en su breve existencia dedicó tanto generoso talento a darles una nueva vida en francés a algunos de los versos castellanos de los poetas que amaba?
¿Cómo no figuraría en estas páginas un poeta que en su breve existencia dedicó tanto generoso talento a darles una nueva vida en francés a algunos de los versos castellanos de los poetas que amaba?
Era mi dolor tan alto...
Era mi dolor tan alto,
que la puerta de la casa
de donde salí llorando
me llegaba a la cintura.
¡Qué pequeños resultaban
los hombres que iban conmigo!
Crecí como una alta llama
de tela blanca y cabellos.
Si derribaran mi frente
los toros bravos saldrían,
luto en desorden, dementes,
contra los cuerpos humanos.
Era mi dolor tan alto,
que miraba al otro mundo
por encima del ocaso.
MANUEL ALTOLAGUIRRE
Ma douleur
Ma douleur s'élevait si forte,
Quand je suis sorti en pleurant,
Que le linteau de la grand'porte
Ne m'arrivait plus qu'à mi-flanc.
Qu'il devenaient petits tous ceux
Que je rencontrais dans la rue !
J'allais comme une flamme accrue
De toile blanche et de cheveux,
Comme si, tête débondée,
Je pleuvait des taureaux vaillants,
Deuil, désordre, et folle ruée,
Pour éventrer tous les passants.
Et ma douleur montait si haut
Que par-dessus le crépuscule,
Je voyais un monde nouveau.
Version de Jean Prévost.
La casada infiel
Y yo que me la lleve al río
creyendo que era mozuela,
pero tenía marido.
Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua
me sonaba en el oído
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.
Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.
Pasadas las zarzamoras,
los juncos y los espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quité la corbata.
Ella se quito el vestido.
Yo, el cinturón con revólver.
Ella, sus cuatro corpiños.
Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío.
Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo.
La luz del entendimiento
me hace ser muy comedido.
Sucia de besos y arena,
yo me la llevé del río.
Con el aire se batían
las espadas de los lirios.
Me porté como quien soy.
Como un gitano legítimo.
Le regalé un costurero
grande, de raso pajizo,
y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al río.
FEDERICO GARCÍA LORCA
La femme adultère
Je la pris près de la rivière
Car je la croyais sans mari
Tandis qu'elle était adultère.
Ce fut la Saint-Jacques, la nuit,
Par rendez-vous et compromis,
Quand s'étegnirent les lumières
Et s'allumèrent les cris-cris.
Au coin des dernières enceintes,
Je touchai ses seins endormis;
Sa poitrine pour moi s'ouvrit
Comme des branches des jacinthes.
Et dans mes oreilles l'empois
De ses jupes amidonnées
Crissait comme soie arrachée
Par douze couteaux à la fois.
Les cimes des arbres sans lumière
Grandissaient au bord des chemins
Et tout un horizon de chiens
Aboyait loin de la rivière.
Quand nous avons franchi les ronces,
Les épines et les ajoncs,
Sous elle son chignon s'enfonce
Et fait un trou dans le limon.
Quand ma cravate fut ôtée,
Elle retira ses jupons,
Puis (quand j'ôtais mon ceinturon)
Quatre corsages d'affilée.
Ni le nard, ni les escargots
N'ont jamais eu la peau si fine,
Ni, sous la lune, les cristaux
N'ont des lueurs si cristallines.
Ses cuisses s'enfuyaient sous moi
Comme des truites effrayées,
Une moitié tout embrasée,
L'autre moitié pleine de froid.
Cette nuit me vit galoper
De ma plus belle chevauchée
Sur une pouliche nacrée,
Sans bride et sans étriers.
Je suis homme, et ne puis redire
Les choses qu'elle me disait :
Le clair entendement m'inspire
De me montrer fort circonspect.
Sale de baisers et de sable,
Du bord de l'eau je la sortis ;
Les iris balançaient leurs sabres
Contre les brises de la nuit.
Pour agir en pleine droiture
Comme fait un loyal Gitan,
Je lui fis don, en la quittant,
D'un beau grand panier à couture,,
Mais sans vouloir en être épris :
Parce qu'elle était adultère
Et se prétendait sans mari
Quand nous allions vers la rivière.
Version de Jean Prévost.
Romance de la luna luna
La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira, mira.
El niño la está mirando.
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.
Niño, déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.
Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
Niño, déjame, no pises
mi blancor almidonado.
El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua
el niño tiene los ojos cerrados.
Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.
¡Cómo canta la zumaya,
ay, cómo canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con un niño de la mano.
Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
El aire la está velando.
FEDERICO GARCÍA LORCA
La Romance de la lune, lune
En robe de nard la lune
Vient dans la forge à la brune.
L'enfant la regarde, l'enfant
La regarde fixement.
Elle émeut l'air de ses bras blancs,
Elle montre, lubrique et pure
L'étain dur de sa gorge dure :
"Lune, lune, lune, va-t-en :
Quand ils viendront, les gitans,
Ils feront avec ta gorge
Des colliers, des anneaux blancs.
— Laisse-moi danser, enfant :
Quand ils viendront, les gitans
Te trouveront dans la forge
Les yeux clos, déjà dormant.
"Lune, lune, lune, va-t-en,
J'entends déjà leur chevauchée.
— Laisse : ne touche pas, enfant,
Ma belle robe amidonnée."
La monture moins lointaine
Bat le tambour de la plaine
Et dans la forge l'enfant
Clôt les yeux, déjà dormant.
Ils viennent par l'olivette,
Bronze et rêve, les gitans :
Ils portent bien haut la tête
Mais leurs yeux vonst se fermant.
Comme la chouette crie...
Sur l'arbre, quel hululement...
Par le ciel la lune est partie,
Elle tient par la main l'enfant.
Et dans la forge, sanglotant,
Pleurent et crient les gitans,
Et le vent qui veille, veille,
Monte la garde du vent.
Version de Jean Prévost.
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