miércoles, 29 de noviembre de 2017

Ezra Pound y Carlos Viola Soto: Sestina: Altaforte

SESTINA: ALTAFORTE

 LOQUITUR: En Bertrans de Born.
     Dante Alighieri put this man in hell for that he was a stirrer-up of strife.
     Eccovi!
     Judge ye!
     Have I dug him up again?

  The scene is his castle, Altaforte. “Papiols” is his jongleur. “The Leopard,” the device of Richard (Cœur de Lion).



                                    I

Damn it all! all this our South stinks peace.
You whoreson dog, Papiols, come! Let’s to music!
I have no life save when the swords clash.
But ah! when I see the standards gold, vair, purple, opposing
And the broad fields beneath them turn crimson,
Then howl I my heart nigh mad with rejoicing.

                                     II

In hot summer have I great rejoicing
When the tempests kill the earth’s foul peace,
And the light’nings from black heav’n flash crimson,
And the fierce thunders roar me their music
And the winds shriek through the clouds mad, opposing,
And through all the riven skies God’s swords clash.

                                     III

Hell grant soon we hear again the swords clash!
And the shrill neighs of destriers in battle rejoicing,
Spiked breast to spiked breast opposing!
Better one hour’s stour than a year’s peace
With fat boards, bawds, wine and frail music!
Bah! there’s no wine like the blood’s crimson!

                                     IV

And I love to see the sun rise blood-crimson.
And I watch his spears through the dark clash
And it fills all my heart with rejoicing
And prys wide my mouth with fast music
When I see him so scorn and defy peace,
His lone might ’gainst all darkness opposing.

                                     V

The man who fears war and squats opposing
My words for stour, hath no blood of crimson
But is fit only to rot in womanish peace
Far from where worth’s won and the swords clash
For the death of such sluts I go rejoicing;
Yea, I fill all the air with my music.

                                     VI

Papiols, Papiols, to the music!
There’s no sound like to swords swords opposing,
No cry like the battle’s rejoicing
When our elbows and swords drip the crimson
And our charges ’gainst “The Leopard’s” rush clash.
May God damn for ever all who cry “Peace!”

                                     VII

And let the music of the swords make them crimson
Hell grant soon we hear again the swords clash!
Hell blot black for always the thought “Peace”!

EZRA POUNDPersonae (1908).


SESTINA: ALTAFORTE

LOQUITUR: En Bertrans de Born.
   Dante Alighieri puso a este hombre en el Infierno porque era un sembrador de discordias.
   Eccovi!
   ¡Juzgadlo!
   ¿Lo he arrancado de su tumba?

   La escena en su castillo de Altaforte. "Papiols" es su juglar. "El leopardo", la divisa de Ricardo Corazón de León.

                                    I

¡Maldición! Todo nuestro ser apesta a paz.
¡Papiols, hijo de puta, ven y que suene la música!
Sólo vivo cuando oigo las espadas chocar,
Y cuando los pendones púrpuras o gualda
Se enfrentan y los campos se vuelven bermejos
Mi corazón aúlla, loco de alegría.

                                    II

En el tórrido estío me estremezco de júbilo
Cuando la tempestad arrasa de la Tierra la estúpida paz
Y el relámpago cimbra en el cielo sombrío
Y rugen los truenos su magnífica música
Y los vientos se baten ululando entre nubes
Y resuenan las espadas de Dios en los cielos.

                                    III

¡Quiera Satán que oigamos otra vez las espadas
Resonar y el relincho de gozosos corceles:
Y férreos pechos chocando entre sí en la batalla!
Mejor que todo un año de paz con banquetes,
Músicas y vino, una hora de lid.
¡No hay vino que iguale a la sangre escarlata!

                                    IV

Me place ver el sol rojo sangre en el alba,
Contemplo sus lanzas rompiendo las sombras
Y mi alma se llena de un júbilo inmenso,
Mi boca exultante se colma de música
Al verlo retar a la paz, despreciarla,
Y su sólo poder oponerse a las sombras.

                                    V

Quien teme a la guerra y desoye mi arenga
No tiene sangre roja en las venas.
Solo sabe pudrirse en la paz femenina
Lejos de donde el hierro choca y el valor impera;
La muerte de esos perros me llena de júbilo
Y el ámbito colmo con mi alegre música.

                                    VI

¡Papiols, Papiols! ¡Venga música!
No hay sonido más dulce que el fragor de la espada
Ni grito que iguale al clamor del combate
Cuando codos y espaldas chorrean bermejos
Y nuestros hombres cargan contra los del "Leopardo".
¡A quien grite Paz el tormento eterno!

                                    VII

¡Que la música de las espadas los vuelva bermejos!
¡Satán quiera que oigamos otra vez las espadas
Y acabe el Infierno con la "Paz" en la Tierra!


 Traducción de CARLOS VIOLA SOTO.
Ezra Pound, Antología poética, Buenos Aires, 1963.

martes, 28 de noviembre de 2017

William Blake y Juan Rodolfo Wilcock: El tigre

THE TYGER

Tyger Tyger, burning bright,
In the forests of the night;
What immortal hand or eye,
Could frame thy fearful symmetry?

In what distant deeps or skies.
Burnt the fire of thine eyes?
On what wings dare he aspire?
What the hand, dare seize the fire?

And what shoulder, & what art,
Could twist the sinews of thy heart?
And when thy heart began to beat,
What dread hand? & what dread feet?

What the hammer? what the chain,
In what furnace was thy brain?
What the anvil? what dread grasp,
Dare its deadly terrors clasp!

When the stars threw down their spears
And water'd heaven with their tears:
Did he smile his work to see?
Did he who made the Lamb make thee?

Tyger Tyger burning bright,
In the forests of the night:
What immortal hand or eye,
Dare frame thy fearful symmetry?




EL TIGRE

¡Tigre, tigre!, que ardes brillantemente en las selvas de la noche, ¿qué mano, qué ojo inmortal pudo forjar tu temible simetría?

¿En qué abismos o cielos distantes ardía el fuego de tus ojos? ¿Sobre qué alas se atrevió a elevarse? ¿Cuál fue la mano que se atrevió a robar ese fuego?

¿Y qué espaldas, qué arte lograron atar los músculos de tu corazón? Y cuando tu corazón comenzó a latir, ¿qué mano terrible lo animó, y qué terribles pies?

¿Cuál fue el martillo, cuál la cadena, y en qué horno se formó tu cerebro? ¿Cuál fue el yunque, y qué garra terrible reunió sus mortales terrores?

Cuando las estrellas rindieron sus espadas, y regaron el cielo con sus lágrimas, ¿sonrió él, al ver su obra? ¿Aquél que hizo al Cordero, también te hizo a ti?

¡Tigre, tigre!, que ardes brillantemente en las selvas de la noche, ¿qué mano, qué ojo inmortal pudo forjar tu terrible simetría?


Traducción de JUAN RODOLFO WILCOCK.

lunes, 27 de noviembre de 2017

Charles Baudelaire: Carta a Alphonse Toussenel

2017 marca los 150 años de la muerte de Charles Baudelaire. Para conmemorar este aniversario, mientras nos preparamos para publicar en diciembre de este año el segundo y último volumen de las fundamentales CARTAS A LA MADRE, seguimos ofreciendo a nuestros lectores una colección de páginas en honor del grand Charles.

CARTA DE BAUDELAIRE A ALPHONSE TOUSSENEL

Lunes 21 de enero de 1856.

Mi querido Toussenel[1], quiero absolutamente darle las gracias por el regalo que me ha hecho. Yo no conocía el valor de su libro[2], se lo confieso ingenua y groseramente.

Anteayer me ocurrió una desgracia, una conmoción bastante grave —lo bastante grave como para impedirme pensar—, a tal punto que interrumpí un trabajo importante. —No sabiendo cómo distraerme, esta mañana agarré su libro —a la mañana muy temprano. Acaparó mi atención, me devolvió mi estabilidad y mi tranquilidad  —como siempre lo hará toda buena lectura.

Hace muchísimo tiempo que rechazo con hastío casi todos los libros. —Hace también muchísimo tiempo que no había leído algo tan absolutamente instructivo y entretenido. —El capítulo del halcón y de los pájaros que cazan para el hombre es —por sí mismo— una obra. —Hay frases que se les parecen a las frases de los grandes maestros, gritos de verdad —acentos filosóficos irresistibles tales como: Cada animal es una esfinge, y a propósito de la analogía: ¡cómo el espíritu descansa en una dulce quietud al abrigo de una doctrina tan fecunda y tan simple, para la que nada es un misterio en las obras de Dios!

Hay también otras cosas filosóficamente conmovedoras, y el amor de la vida al aire libre, y el honor que se le rinde a la caballería y a las damas, etc.

Lo que es seguro es que usted es poeta. Hace muchísimo tiempo que digo que el poeta es soberanamente inteligente, que es la inteligencia por excelencia —y que la imaginación es la más científica de las facultades, porque es la única que comprende la analogía universal, o lo que una religión mística llama la correspondencia. Pero cuando quiero hacer imprimir este tipo de cosas, me dicen que estoy loco —y, sobre todo, loco conmigo mismo— y que sólo detesto a los pedantes porque mi educación ha quedado incompleta. —Lo que es, sin embargo, totalmente seguro es que poseo un espíritu filosófico que me hace ver claramente lo que es verdadero, incluso en zoología, por más que no sea ni cazador ni naturalista. —Tal es al menos mi pretensión; —no haga como los malos amigos, y no se ría de todo esto.

Ahora, ya que me dejado llevar a tener con usted discursos más altos y a una familiaridad más grande que lo que me hubiera permitido si su libro no me hubiera inspirado tanta simpatía —déjeme que le diga todo.

¿Qué es eso del Progreso Continuo? ¿Qué eso de una sociedad que no es aristocrática? Me parece que no es para nada una sociedad. ¿Qué es eso  del hombre naturalmente bueno? ¿Dónde se lo ha visto? El hombre naturalmente bueno sería un monstruo, quiero decir un Dios. —En fin, usted adivina cual es ese orden de ideas que me escandaliza, quiero decir que escandaliza a la razón escrita desde sus mismos comienzos sobre la superficie de la tierra. —Puro quijotismo de una hermosa alma. —

¡Y un hombre como usted soltar, de paso, como un simple redactor del Siècle, injurias a De Maistre, el gran genio de nuestro tiempo —un vidente! —Y, además, esos modismos de conversación y esas palabras de argot que arruinan siempre un hermoso libro.

Una idea me obsesiona desde el comienzo de este libro —que usted es un espíritu auténtico extraviado en una secta. En suma —¿qué le debe usted a Fourier? Nada, o muy poca cosa. —Sin Fourier, usted habría sido lo que es. El hombre razonable no esperó a que Fourier llegase al mundo para comprender que la Naturaleza es un verbo, una alegoría, un molde, un repujado, si usted prefiere. Sabemos eso, y no es gracias a Fourier que lo sabemos; —lo sabemos por nosotros mismos, y por los poetas.

Todas las herejías a las que yo hacía alusión más arriba no son, después de todo, sino la consecuencia de la gran herejía moderna, de la doctrina artificial, sustituida a la doctrina natural —quiero decir, la supresión de la idea del pecado original.

Su libro despierta en mí muchas ideas que estaban adormecidas —y a propósito de pecado original, y de forma moldeada sobre la idea, muy a menudo he pensado que los animales dañinos y asquerosos quizás no son más que la vivificación, corporificación, eclosión en la vida material, de los malos pensamientos del hombre. —De modo tal que la naturaleza por entero participa del pecado original.

No me guarde rencor por mi audacia y mi falta de miramientos, y crea que soy su muy afecto,

Traducción para Literatura & Traducciones, de  Miguel Ángel Frontán.

NOTAS:
[1] Alphonse Toussenel (1803-1885), escritor, periodista y naturalista, adepto del socialismo utópico de Charles Fourier.
[2] El ingenio de los animales, El mundo de los pájaros, ornitología pasional. III Parte. París, Librairie phalanstérienne, 1855.

LETTRE DE BAUDELAIRE À ALPHONSE TOUSSENEL

Lundi 21 janvier 1856.

Mon cher Toussenel, je veux absolument vous remercier du cadeau que vous m'avez fait. Je ne connaissais pas le prix de votre livre[1], je vous l'avoue ingénument et grossièrement.

Il m'est arrivé avant-hier un chagrin, une secousse assez grave, — assez grave pour m'empêcher de penser, — au point que j'ai interrompu un travail important. — Ne sachant comment me distraire, j'ai pris ce matin votre livre, — de fort grand matin. Il a rivé mon attention, il m'a rendu mon assiette et ma tranquillité, — comme fera toujours toute bonne lecture.

Il y a bien longtemps que je rejette presque tous les livres avec dégoût. — Il y a bien longtemps aussi que je n'ai lu quelque chose d'aussi absolument instructif et amusant. — Le chapitre du faucon et des oiseaux qui chassent pour l'homme est une œuvre, — à lui tout seul. — Il y a des mots qui ressemblent aux mots des grands maîtres, des cris de vérité, — des accents philosophiques irrésistibles, tels que : Chaque animal est un sphinx, et à propos de l'analogie : comme l'esprit se repose dans une douce quiétude à l'abri d'une doctrine si féconde et si simple, pour qui rien n'est mystère dans les œuvres de Dieu !

Il y a encore bien d'autres choses philosophiquement émouvantes, et l'amour de la vie en plein air, et l'honneur rendu à la chevalerie et aux dames, etc.

Ce qui est positif, c'est que vous êtes poëte. Il y a bien longtemps que je dis que le poëte est souverainement intelligent, qu'il est l'intelligence par excellence, — et que l'imagination est la plus scientifique des facultés, parce que seule elle comprend l'analogie universelle, ou ce qu'une religion mystique appelle la correspondance. Mais quand je veux faire imprimer ces choses-là, on me dit que je suis fou, — et surtout fou de moi-même, — et que je ne hais les pédants que parce que mon éducation est manquée. —Ce qu'il y a de bien certain cependant, c'est que j'ai un esprit philosophique qui me fait voir clairement ce qui est vrai, même en zoologie, bien que je ne sois ni chasseur, ni naturaliste. — Telle est du moins ma prétention; — ne faites pas comme mes mauvais amis, et n'en riez pas.

Maintenant, puisque je me suis avancé avec vous dans des discours plus grands et une familiarité plus grande que je me le serais permis, si votre livre ne m'inspirait d'ailleurs tant de sympathie, — laissez-moi tout dire.

Qu'est-ce que le Progrès indéfini ? qu'est-ce qu'une société qui n'est pas aristocratique ! ce n'est pas une société, ce me semble. Qu'est-ce que c'est que l'homme naturellement bon ? où l'a-t-on connu ? L'homme naturellement bon serait un monstre, je veux dire un Dieu. — Enfin, vous devinez quel est l'ordre d'idées qui me scandalise, je veux dire qui scandalise la raison écrite depuis le commencement sur la surface même de la terre. — Pur quichottisme d'une belle âme. —

Et un homme comme vous! lâcher en passant, comme un simple rédacteur du Siècle, des injures à de Maistre, le grand génie de notre temps, — un voyant ! — Et enfin des allures de conversation et des mots d'argot qui abîment toujours un beau livre.

Une idée me préoccupe depuis le commencement de ce livre, — c'est que vous êtes un vrai esprit égaré dans une secte. En somme, — qu'est-ce que vous devez à Fourier ? Rien, ou bien peu de chose. — Sans Fourier, vous eussiez été ce que vous êtes. L'homme raisonnable n'a pas attendu que Fourier vînt sur la terre pour comprendre que la Nature est un verbe, une allégorie, un moule, un repoussé, si vous voulez. Nous savons cela, et ce n'est pas par Fourier que nous le savons ; — nous le savons par nous-mêmes, et par les poètes.

Toutes les hérésies auxquelles je faisais allusion tout à l'heure ne sont, après tout, que la conséquence de la grande hérésie moderne, de la doctrine artificielle, substituée à la doctrine naturelle, — je veux dire la suppression de l'idée du péché originel.

Votre livre réveille en moi bien des idées dormantes, — et à propos de péché originel, et de forme moulée sur l'idée, j'ai pensé bien souvent que les bêtes malfaisantes et dégoûtantes n'étaient peut-être que la vivification, corporification, éclosion à la vie matérielle, des mauvaises pensées de l'homme. — Aussi la nature entière participe du péché originel.

Ne m'en veuillez pas de mon audace et de mon sans-façon, et croyez-moi votre bien dévoué.


[1] L'Esprit des bêtes, Le Monde des Oiseaux, ornithologie passionnelle, par A. Toussenel, auteur des Juifs, rois de l'époque. Troisième partie. Paris. Librairie phalanstérienne, 1855, in-8°.

sábado, 25 de noviembre de 2017

Charles Baudelaire: Poemas en prosa. Dedicatoria. El extranjero

2017 marca los 150 años de la muerte de Charles Baudelaire. Para conmemorar este aniversario, mientras seguimos trabajando para publicar el segundo volumen de las fundamentales CARTAS A LA MADRE, seguimos ofreciendo a nuestros lectores una colección de páginas en honor del grand Charles.


À ARSÈNE HOUSSAYE

Mon cher ami, je vous envoie un petit ouvrage dont on ne pourrait pas dire, sans injustice, qu’il n’a ni queue ni tête, puisque tout, au contraire, y est à la fois tête et queue, alternativement et réciproquement. Considérez, je vous prie, quelles admirables commodités cette combinaison nous offre à tous, à vous, à moi et au lecteur. Nous pouvons couper où nous voulons, moi ma rêverie, vous le manuscrit, le lecteur sa lecture ; car je ne suspends pas la volonté rétive de celui-ci au fil interminable d’une intrigue superfine. Enlevez une vertèbre, et les deux morceaux de cette tortueuse fantaisie se rejoindront sans peine. Hachez-la en nombreux fragments, et vous verrez que chacun peut exister à part. Dans l’espérance que quelques-uns de ces tronçons seront assez vivants pour vous plaire et vous amuser, j’ose vous dédier le serpent tout entier.

J’ai une petite confession à vous faire. C’est en feuilletant, pour la vingtième fois au moins, le fameux Gaspard de la Nuit, d’Aloysius Bertrand (un livre connu de vous, de moi et de quelques-uns de nos amis, n’a-t-il pas tous les droits à être appelé fameux ?) que l’idée m’est venue de tenter quelque chose d’analogue, et d’appliquer à la description de la vie moderne, ou plutôt d’une vie moderne et plus abstraite, le procédé qu’il avait appliqué à la peinture de la vie ancienne, si étrangement pittoresque.

Quel est celui de nous qui n’a pas, dans ses jours d’ambition, rêvé le miracle d’une prose poétique, musicale sans rythme et sans rime, assez souple et assez heurtée pour s’adapter aux mouvements lyriques de l’âme, aux ondulations de la rêverie, aux soubresauts de la conscience ?

C’est surtout de la fréquentation des villes énormes, c’est du croisement de leurs innombrables rapports que naît cet idéal obsédant. Vous-même, mon cher ami, n’avez-vous pas tenté de traduire en une chanson le cri strident du Vitrier, et d’exprimer dans une prose lyrique toutes les désolantes suggestions que ce cri envoie jusqu’aux mansardes, à travers les plus hautes brumes de la rue ?

Mais, pour dire le vrai, je crains que ma jalousie ne m’ait pas porté bonheur. Sitôt que j’eus commencé le travail, je m’aperçus que non-seulement je restais bien loin de mon mystérieux et brillant modèle, mais encore que je faisais quelque chose (si cela peut s’appeler quelque chose) de singulièrement différent, accident dont tout autre que moi s’enorgueillirait sans doute, mais qui ne peut qu’humilier profondément un esprit qui regarde comme le plus grand honneur du poëte d’accomplir juste ce qu’il a projeté de faire.

Votre bien affectionné,     
C. B.

A ARSÈNE HOUSSAYE

Mi querido amigo, le envío una pequeña obra, de la cual no se podría decir, sin injusticia, que no tiene ni pies ni cabeza, puesto que, al contrario, todo en ella es, al mismo tiempo, cabeza y pies, alternativa y recíprocamente. Considere, se lo ruego, qué admirables comodidades esta combinación nos ofrece a todos, a usted, a mí y al lector. Podemos cortar dónde queramos, yo mi ensoñación, usted el manuscrito, el lector la lectura; porque no dejo que la esquiva voluntad de éste quede pendiendo del hilo interminable de una intriga sutilísima. Saque usted una vértebra, y las dos partes de esta tortuosa fantasía volverán a juntarse sin esfuerzo. Despedácela en numerosos fragmentos, y verá que cada uno puede existir por separado. Con la esperanza de que algunos de estos trozos estarán lo bastante vivos para darle placer y entretenimiento, me atrevo a dedicarle la serpiente completa.

Tengo que hacerle una pequeña confesión. Hojeando, por vigésima vez al menos, el famoso Gaspar de la Noche, de Aloysius Bertrand (¿un libro que usted y yo, y algunos de nuestros amigos, conocemos no tiene todo el derecho a ser llamado famoso?), se me ocurrió la idea de intentar algo análogo, y de aplicar a la descripción de la vida moderna o, más bien, de una vida moderna y más abstracta, el procedimiento que él había aplicado a la pintura de la vida antigua, tan extrañamente pintoresca.

¿Quién de nosotros no ha soñado, en sus días de ambición, con el milagro de una prosa poética, musical sin ritmo y sin rima, lo bastante flexible y lo bastante abrupta como para adaptarse a los movimientos líricos del alma, a las ondulaciones de la ensoñación, a los sobresaltos de la conciencia?

Es sobre todo de la frecuentación de las ciudades inmensas, del entrecruzamiento de sus innumerables relaciones, que nace ese ideal obsesivo. Usted mismo, mi querido amigo, ¿no ha intentado mostrar en una canción el grito estridente del Vidriero, y expresar en una prosa lírica todas las desoladoras sugerencias que ese grito lanza hasta las mansardas, a través de las más altas brumas de la calle?

Pero, para decir la verdad, temo que mi envidia no me haya traído suerte. Apenas comencé el trabajo, me di cuenta de que no sólo me quedaba muy lejos de mi misterioso y brillante modelo, sino incluso que hacía algo (si es que esto puede llamarse algo) singularmente diferente, accidente del cual cualquier otro fuera de mí se enorgullecería quizás, pero que no puede sino humillar profundamente a un espíritu que ve como el más grande honor del poeta realizar únicamente aquello que proyectó hacer.

Suyo muy afectuosamente,
C. B.

L’ÉTRANGER

 — Qui aimes-tu le mieux, homme énigmatique, dis ? ton père, ta mère, ta sœur ou ton frère ?
— Je n’ai ni père, ni mère, ni sœur, ni frère.
— Tes amis ?
— Vous vous servez là d’une parole dont le sens m’est resté jusqu’à ce jour inconnu.
— Ta patrie ?
— J’ignore sous quelle latitude elle est située.
— La beauté ?
— Je l’aimerais volontiers, déesse et immortelle.
— L’or ?
— Je le hais comme vous haïssez Dieu.
— Eh ! qu’aimes-tu donc, extraordinaire étranger ?
— J’aime les nuages… les nuages qui passent… là-bas… les merveilleux nuages !


EL EXTRANJERO

— ¿Qué es lo que más amas, hombre enigmático, di? ¿Tu padre, tu madre, tu hermana o tu
hermano?
—No tengo ni padre, ni madre, ni hermana, ni hermano.
—¿Tus amigos?
—Usted usa aquí una palabra cuyo sentido hasta ahora me resulta desconocido.
—¿Tu patria?
—Ignoro la latitud en que está situada.
—¿La belleza?
—De buena gana la amaría, diosa e inmortal.
—¿El oro?
—Lo odio tanto como usted odia a Dios.
—¡Eh! ¿Y qué amas entonces, increíble extranjero?
—Amo las nubes..., las nubes que pasan..., allá a lo lejos... ¡Las maravillosas nubes!

Traducción para Literatura & Traducciones, de  Miguel Ángel Frontán.

miércoles, 22 de noviembre de 2017

John Dryden y Miguel Antonio Caro: Oda a Santa Cecilia

A SONG FOR ST. CECILIA'S DAY

From harmony, from heavenly harmony,  
      This universal frame began:  
  When nature underneath a heap  
      Of jarring atoms lay,  
    And could not heave her head,
The tuneful voice was heard from high,  
    ‘Arise, ye more than dead!'  
Then cold, and hot, and moist, and dry,  
  In order to their stations leap,  
     And Music’s power obey.
From harmony, from heavenly harmony,  
   This universal frame began:  
   From harmony to harmony  
Through all the compass of the notes it ran,  
The diapason closing full in Man.
 
What passion cannot Music raise and quell?  
    When Jubal struck the chorded shell,  
  His listening brethren stood around,  
    And, wondering, on their faces fell  
  To worship that celestial sound:
Less than a God they thought there could not dwell  
    Within the hollow of that shell,  
    That spoke so sweetly, and so well.  
What passion cannot Music raise and quell?  
 
    The trumpet’s loud clangour 
      Excites us to arms,  
    With shrill notes of anger,  
      And mortal alarms.  
  The double double double beat  
      Of the thundering drum
      Cries Hark! the foes come;  
  Charge, charge, ‘tis too late to retreat!  
 
    The soft complaining flute,  
    In dying notes, discovers  
    The woes of hopeless lovers,
Whose dirge is whisper’d by the warbling lute.  
 
    Sharp violins proclaim  
  Their jealous pangs and desperation,  
  Fury, frantic indignation,  
  Depth of pains, and height of passion,
    For the fair, disdainful dame.  
 
    But O, what art can teach,  
    What human voice can reach,  
      The sacred organ’s praise?  
    Notes inspiring holy love,
  Notes that wing their heavenly ways  
    To mend the choirs above.  
 
  Orpheus could lead the savage race;  
  And trees unrooted left their place,  
    Sequacious of the lyre;
But bright Cecilia rais’d the wonder higher:  
When to her organ vocal breath was given,  
  An angel heard, and straight appear’d  
    Mistaking Earth for Heaven. 

GRAND CHORUS

As from the power of sacred lays
  The spheres began to move,  
And sung the great Creator’s praise  
  To all the Blest above;  
So when the last and dreadful hour  
This crumbling pageant shall devour,
The trumpet shall be heard on high,  
The dead shall live, the living die,  
And Music shall untune the sky!


ODA A SANTA CECILIA


De armonía, de célica armonía,
La fábrica brotó del universo.
 Cuando en revuelto caos
De discordantes átomos yacía
 Atónita Natura
Y alzar el ciego rostro aun no podía,
Plácido acento resonó en la altura:
"¡Los que nunca habéis sido, levantaos!"
Cada elemento al punto, antes disperso,
Húmedo o seco, frígido o ardiente,
 Salió en orden luciente
A tomar puesto en la extensión vacía,
Al poder de la música obediente.
De armonía, de célica armonía,
Brotó el mundo, y cesó la noche densa;
 De una en otra armonía
Recorrió la creación escala inmensa
Hasta llegar al ser que siente y piensa.

 La Música divina
¿Qué pasión no despierta y no domina?
 Cuando Jubal glorioso
El arpa de canoras cuerdas hizo,
En torno sus hermanos le escucharon,
Y hasta el polvo las frentes inclinaron
Reverenciando el soberano hechizo.
Que no menos que un dios imaginaron
 Guardase aquel portento
Que les hablaba con tan dulce aliento.
 La Música divina
¿Qué pasión no despierta y no domina?

 Manda bélica trompa
 Que ya la lid se rompa,
Y la cólera aviva, y la batalla
 Cual tempestad estalla.
El redoblar, el redoblar tremendo
 De roncos atambores
Anima a los porfiados lidiadores,
¡Adelante! ¡adelante! repitiendo.

 Dulcísima consuena
 La flauta gemidora
 Con la amorosa pena
 Del que tímido adora,
 Del que esperanzas llora.

 Violín sonoro expresa
 Ímpetus del que ama
 A desdeñosa dama;
 Los celos de que es presa,
 La rabia que le inflama.

 ¿Mas dónde está la ciencia
Que enseñe, o dónde humano digno acento
Que del órgano diga la excelencia?
Notas graves que santo amor infunden,
 Notas que se difunden
 En las alas del viento
Y a afinar van el celestial concento.

 Con su cítara Orfeo
Las fieras amansó que el bosque cría,
 Y el roble giganteo
Descuajado y absorto le seguía.
Mas Cecilia alcanzó mayor victoria:
Cuando aliento vocal se dio al teclado,
Un ángel escuchábala, y pasmado
Tomó la tierra por mansión de gloria.

CORO

Como a impulso de cantos celestiales
 Nacieron las esferas,
Y en movimiento acorde placenteras
 De la Fuerza Creadora
Cantaron alabanzas inmortales;
 Así cuando la hora
De final destrucción llegue tremenda,
Y la trompeta clamorosa hienda
Los ámbitos desiertos,
 Despertarán los muertos,
 Caerán los vivos yertos,
Y con trueno la Música profundo
Conmoverá las bóvedas del mundo.