ELEGÍA POR LA MUERTE DE UN SEÑOR
Por qué volver sobre el pasado, ardiendo
como está entre las nubes de la tarde inmóvil,
retornar sobre aquellos pasos que en silencio
cruzaron
estos tranquilos lugares de la melancolía;
nombres que en el espíritu despiertan levemente
un misterio olvidado de antiguos crepúsculos.
Abajo, en el jardín, rosales muertos,
crisantemos helados,
han visto el rostro del otoño, están deseando
un tiempo que los lleve a la tierra inclemente
como cenizas y polvo, como un recuerdo perdido.
¡Restos de antiguas soledades, dejadme cantar
la muerte,
la oscuridad y el vacío donde se pierden
tantos labios de amantes, tantos cuerpos de
forma luminosa,
ya para siempre alejados de las tiernas
caricias nocturnas!
Oh nada es más estéril que la vida de los
hombres
aferrándose con delirio al paso de las flores;
miradlos levantar su amor como brillantes
monumentos,
mirad cómo enloquecen cantando con sonidos maravillosos,
cómo navegan en barcos por el mar
a la hora en que la luna nos recuerda las
tristezas pasadas.
Sólo la muerte disipa aquellas furias,
sólo el sol inundando esos cuerpos abandonados
los restituye a la tierra sin un resto ni un
eco
de tantos clamores con que se levantaron
antaño,
hasta el mismo rostro de los dioses impasibles.
Yo, cantor entristecido por la crueldad de las
gentes,
quisiera sentir en mis sienes el tierno sol
eternamente
como aquellos espíritus gloriosos
que vagan apenas como nubes por ideales parques
florecidos.
Como ellos vivir en el reposo
paseando en naves aladas a través de la luz y
el rocío;
olvidar todo serenamente,
así como una rosa perdida se deshoja con
languidez
entre livianas brisas.
Un alma desterrada y sola en la vida tenemos,
en un único lugar, duramente arrancada,
y llorando en el cuerpo por sus moradas de
infancia
como un fuego que el viento golpea
incesantemente.
A veces ante un ciprés, hijo dilecto del aire,
vuelve en el sueño nocturno con los labios
apretados;
a veces en la tarde embriagadora del estío,
entre el escondido canto de los pájaros y los
grillos,
huye desde su distancia por un camino de tierra
hasta refrescarse los miembros en el agua de
sus días jóvenes.
Eternamente murmurando va en las terrestres
prisiones
un recuerdo perfumado de azahares y montes
silenciosos,
y los ojos se levantan hacia el cielo con
lágrimas
y las piedras desgarran las vestiduras del alma
que sufre como una flor entre los hombres
inclementes.
La muerte virgen y hermosa con sus grandes
cántaros de agua
transporta sutilmente las almas;
cruza entre musgos y líquenes los bosques de
antiguos árboles
y oye los vientos fantásticos
donde los pájaros sueñan con una aurora de
diamantes.
Hacia otros campos escogidos huyó liviano su
espíritu,
cuando ya queman los rastrojos porque se muere
el otoño,
y el humo blanco y fatigado se confunde
tranquilamente
con la neblina del crespúsculo sobre los valles
distantes.
Allí donde pasa la noche como un gran pájaro
oscuro
buscaba el olvido perenne y el silencio y la sombra,
la soledad primitiva entre los caballos que
recorren
las azules tierras de la luna con un éxtasis
repentino.
Ahora habrá visto entre nubes las brillantes
luces inefables
que flotan como sustancias difusas de los
mismos dioses por elevados reinos ;
habrá escuchado sus músicas de celestes acordes
junto a las fuentes agradables donde se humedece el viento,
o reclinado en la orilla de los anchos ríos del
cielo
sobre hierbas tranquilas y recuerdos, cubierto
de astros inmortales.
ELEGIA PER LA MORTE DI UN SIGNORE
Perché tornare sul passato, acceso
come dietro le nuvole della sera immobile ;
tornare su quei passi che in silenzio
percorsero
questi calmi luoghi della malinconia,
nomi che nello spirito risvegliano tenuemente
un mistero dimenticato di antichi tramonti.
Giu nel giardino, rose morte, crisantemi gelati
hanno visto il volto dell’autunno, ora
desiderano
un tempo che li riporti alla terra inclemente,
come cenere e polvere, come un ricordo perduto.
Resti di vecchie solitudini, lasciatemi cantare
la morte,
l'oscurità e il vuoto in cui si perdono
tante labbra di amanti, tanti corpi di forma
luminosa,
per sempre allontanati dalle tenere carezze
notturne.
Oh nulla è più sterile della vita degli uomini,
aggrappati in delirio al passaggio dei fiori ;
guardateli innalzare il loro amore come brillanti monumenti,
guardate come impazziscono cantando con suoni meravigliosi,
come navigano su barche per il mare
all’ora in cui la luna ci ricorda le tristezze passate.
Soltanto la morte disperde quelle furie,
soltanto il sole inondando quei corpi
abbandonati
li restituisce alla terra senza un resto né
un'eco
di quei clamori con cui un giorno si alzarono
fino alla faccia stessa degli dèi impassibili.
Io, cantore rattristato dalla crudeltà della
gente,
vorrei sentire sulle tempie il mite sole eternamente
come quegli spiriti gloriosi
che vagano appena come nuvole per ideali giardini fioriti.
Come loro vivere nel riposo
passeggiando su navi alate attraverso la luce e
la rugiada ;
dimenticare tutto serenamente,
come una rosa perduta si sfoglia con languore
tra brezze leggere.
Un'anima esiliata e sola nella vita abbiamo,
in un unico luogo, duramente strappata,
che nel corpo rimpiange le sue dimore d'infanzia
come un fuoco che il vento scuote senza posa.
A volte sotto un cipresso, figlio diletto
dell'aria,
torna nel sonno notturno con le labbra strette,
a volte nella sera inebriante d'estate,
tra i canti nascosti degli uccelli e dei grilli,
elude la distanza per un vicolo di terra
a rinfrescarsi le membra nell'acqua dei suoi
giorni giovani.
Eternamente mormorando vaga per le terrestri
prigioni
un ricordo profumato di zagare e di colli
silenziosi,
e gli occhi si alzano al cielo con lacrime,
e le pietre lacerano le tuniche dell'anima
che soffre come un fiore tra gli uomini inclementi.
La morte vergine e bella con le sue grosse brocche d'acqua
trasporta sottilmente le anime;
tra muschi e licheni traversa i boschi di antichi alberi
e ascolta i venti fantastici
dove gli uccelli sognano un'aurora di diamanti.
Verso altri campi scelti il suo spirito è fuggito lieve,
quando bruciano le stoppie perché muore l'autunno,
e il fumo bianco e stanco si confonde tranquilamente
con la nebbia della sera nelle vallate lontane.
Là dove passa la notte come un grosso uccello
scuro
egli cercava l'oblio perenne e il silenzio e
l'ombra,
la solitudine primitiva tra i cavalli che
percorrono
in un'estasi improvvisa le terre azzurre della luna.
Ora avrà visto tra nuvole le lustre luci
ineffabili
che ondeggiano come sostanze diffuse degli stessi dèi per elevati regni ;
avrà ascoltato le loro musiche di celesti accordi
presso le fontane piacevoli dove s’inumidisce il vento,
oppure sdraiato sulla riva dei larghi fiumi del
cielo
sopra tranquille erbe e ricordi,
coperto di astri immortali.


