viernes, 11 de julio de 2025

William Blake, Philippe Soupault y Nicolás Suescún: Seis cantos de inocencia

INTRODUCTION

Piping down the valleys wild,

Piping songs of pleasant glee,

On a cloud I saw a child,

And he laughing said to me:

 

"Pipe a song about a Lamb!"

So I piped with merry chear.

"Piper, pipe that song again"

So I piped, he wept to hear.

 

"Drop thy pipe, thy happy pipe;

Sing thy songs of happy chear-

So I sung the same again,

While he wept with joy to hear.

 

"Piper, sit thee down and write

In a book, that all may read."

So he vanish'd from my sight,

And I pluck'd a hollow reed,

 

And I made a rural pen,

And I stain'd the water clear,

And I wrote my happy songs

Every child may joy to hear.

 

THE ECHOING GREEN

The sun does arise,

And make happy the skies;

The merry bells ring

To welcome the Spring;

 

The skylark and thrush,

The birds of the bush,

Sing louder around

To the bells’ cheerful sound;

 

While our sports shall be seen

On the echoing green.

 

Old John, with white hair,

Does laugh away care,

Sitting under the oak,

Among the old folk.

They laugh at our play,

And soon they all say,

‘Such, such were the joys

When we all—girls and boys—

In our youth-time were seen

On the echoing green.’

 

Till the little ones, weary,

No more can be merry:

The sun does descend,

And our sports have an end.

Round the laps of their mothers

Many sisters and brothers,

Like birds in their nest,

Are ready for rest,

And sport no more seen

On the darkening green.

 

THE LAMB

Little lamb, who made thee?

Does thou know who made thee,

Gave thee life, and bid thee feed

By the stream and o’er the mead;

Gave thee clothing of delight,

Softest clothing, woolly, bright;

Gave thee such a tender voice,

Making all the vales rejoice?

    Little lamb, who made thee?

    Does thou know who made thee?

 

Little lamb, I’ll tell thee;

Little lamb, I’ll tell thee:

He is callèd by thy name,

For He calls Himself a Lamb.

He is meek, and He is mild,

He became a little child.

I a child, and thou a lamb,

We are callèd by His name.

    Little lamb, God bless thee!

    Little lamb, God bless thee!

 

THE SHEPHERD

How sweet is the Shepherd's sweet lot!

From the morn to the evening he strays;

He shall follows his sheep all the day,

And his tongue shall be filled with praise.

For he hears the lamb's innocent call,

And he hears the ewe's tender reply;

He is watchful while they are in peace,

For they know when their Shepherd is nigh.

 

INFANT JOY

‘I have no name;

I am but two days old.’

What shall I call thee?

‘I happy am,

Joy is my name.’

Sweet joy befall thee!

 

THE LITTLE BLACK BOY

My mother bore me in the southern wild,

    And I am black, but O my soul is white!

White as an angel is the English child,

    But I am black, as if bereaved of light.

 

My mother taught me underneath a tree,

    And, sitting down before the heat of day,

She took me on her lap and kissèd me,

    And, pointing to the East, began to say:

 

‘Look on the rising sun: there God does live,

    And gives His light, and gives His heat away,

And flowers and trees and beasts and men receive

    Comfort in morning, joy in the noonday.

 

‘And we are put on earth a little space,

    That we may learn to bear the beams of love;

And these black bodies and this sunburnt face

    Are but a cloud, and like a shady grove.

 

‘For, when our souls have learned the heat to bear,

    The cloud will vanish, we shall hear His voice,

Saying, “Come out from the grove, my love and care,

    And round my golden tent like lambs rejoice.”’

 

Thus did my mother say, and kissed me,

    And thus I say to little English boy.

When I from black, and he from white cloud free,

    And round the tent of God like lambs we joy,

 

I’ll shade him from the heat till he can bear

    To lean in joy upon our Father’s knee;

And then I’ll stand and stroke his silver hair,

    And be like him, and he will then love me.

WILLIAM BLAKE

INTRODUCCIÓN

Soplaba mi flautín por valles silvestres,

tocaba canciones de júbilo afable,

en una nube distinguí a un niño,

que con risas me dijo:

 

«¡Sopla un cantar que hable del Cordero!»

Y lo toqué con ánimo risueño.

«Flautista, sopla de nuevo ese cantar».

Volví a hacerlo: lloró al escucharlo.

 

«Suelta tu flautín, tu flautín dichoso;

canta tus canciones de acento feliz»;

y otra vez entoné lo mismo,

mientras regocijado él lloraba al oírlo.

 

«Flautista, siéntate y escribe

en un libro que todos puedan leer».

luego se esfumó de mi vista.

Y arranqué un junco hueco.

 

Hice una pluma rústica

y teñí el agua límpida

y escribí mis felices cantares

que todo niño disfrutará al oírlos.

 

EL PRADO RESONANTE

Se eleva el sol

y los cielos se vuelven dichosos;

resuenan alegres las campanas

como bienvenida para la primavera;

 

la alondra y el zorzal,

las aves de los arbustos,

trinan estrepitosamente

ante el sonido jovial de las campanas,

 

mientras nuestros juegos son vistos

sobre el Prado Resonante.

 

El viejo Juan, de cabellos blancos,

ríe y aparta sus preocupaciones,

sentado bajo el roble,

entre los demás ancianos.

Se ríen de nuestros juegos

y poco después todos dicen:

«Así, así se disfrutaba

cuando nosotros, niñas y muchachos,

en nuestra juventud éramos vistos

sobre el Prado Resonante».

 

Hasta que los pequeños, ya exhaustos,

no pueden seguir la diversión;

el sol va descendiendo,

y nuestros juegos se acaban.

En torno al regazo de sus madres

muchas hermanas y hermanos,

como pajaritos en su nido,

se disponen al reposo,

y dejan de verse los juegos,

en el Prado oscurecido.

 

EL CORDERO

¿Quién te hizo, Corderito?

¿Conoces a quien te creó?

¿Quién te dio la vida y te irguió

junto al arroyo y sobre el prado;

te dio un abrigo delicioso,

manto suave, lanoso, brillante;

te dio una voz tan tierna,

que causa regocijo en los valles?

¿Quién te hizo, Corderito?

¿Conoces a quien te creó?

 

Yo te lo diré, Corderito;

yo te lo diré, Corderito:

es llamado con tu nombre

pues a sí mismo se llama Cordero.

Es manso, y es sutil;

se volvió un niño pequeño.

Yo un niño, y tú un cordero,

nos llaman con el mismo nombre.

¡Que Dios te bendiga, Corderito!

¡Que Dios te bendiga, Corderito!

 

EL PASTOR

¡Qué dulce es la dulce fortuna del Pastor!

Deambula desde el alba hasta el atardecer;

debe seguir a su rebaño el día entero,

y su lengua se embeberá con alabanzas.

Pues oye el inocente llamado del borrego,

y escucha la tierna respuesta de la oveja;

vigila mientras permanecen en calma

pues saben cuándo está próximo su Pastor.

 

ALEGRÍA INFANTIL

«No poseo nombre:

pero nací hace dos días».

¿Cómo te llamaré?

«Soy feliz,

me llamo alegría».

¡Que el dulce júbilo sea contigo!

¡Bonita alegría!

Dulce alegría, de apenas dos días,

te llamo dulce alegría:

así tú sonríes,

mientras yo canto.

¡Que el dulce júbilo sea contigo!

 

EL NEGRITO

Mi madre me parió en el sur agreste,

y soy negro, pero ¡oh! mi alma es blanca;

blanco como un ángel es el niño inglés,

pero yo soy negro, como carente de luz.

 

Mi madre me instruía debajo de un árbol,

y sentándose antes de que se calentara el día,

me colocó sobre su falda y me besó,

y señalando al este, empezó a decir:

 

«Mira hacia el sol naciente: allí vive Dios,

y brinda su luz, y distribuye su calor;

y flores y árboles, bestias y hombres reciben

alivio por la mañana y júbilo al mediodía.

 

Y por corto espacio somos puestos en la tierra,

para que aprendamos a sobrellevar los rayos del amor;

y estos cuerpos negros y este rostro tostado

son apenas una nube, como una arboleda sombría.

 

Pues cuando nuestras almas aprendan a sobrellevar el calor,

la nube se disolverá; oiremos su voz

diciendo: 'Salid de la arboleda, mis muy amados,

y en torno de mi morada dorada, disfrutad como corderos».

 

Eso me dijo mi madre, y me besó

 y así se lo digo al niñito inglés:

«Cuando yo de la nube negra y él de la nube blanca nos libremos,

y disfrutemos como corderos en la morada de Dios,

 

lo protegeré del calor hasta que pueda tolerarlo

y se apoye jubiloso sobre la rodilla de nuestro padre;

y entonces estaré erguido y palmearé su cabello plateado,

y seré como él, y entonces por él seré amado».

Traducción de Nicolás Suescún

 

INTRODUCTION

Descendant les vallées désertes,

Je jouais des airs doux et joyeux

Et je vis un enfant sur un nuage

Qui me dit en souriant :

 

« Joue l’air de l’agneau ! »

Et je jouai de toute ma joie,

« Musicien, assieds-toi et écris un livre. »

Et je jouai de nouveau, et lui pleura en m’entendant.

 

« Laisse cette flûte, cette joyeuse flûte,

Et chante tes chansons si gaies si gaies. »

Je chantai le même air

Et il pleurait de joie en m’entendant.

 

« Musicien, assieds-toi et écris un livre

Que tout le monde puisse lire. »

Il dit et s’en alla.

Alors, je cueillis un roseau.

 

Je cueillis un roseau qui me servit de plume

Et, de l’eau transparente, je fis de l’encre

Pour écrire des chansons si gaies, si gaies,

Pour que tous les enfants soient contents de m’entendre.

 

LE PRÉ DES SONS

Le soleil se lève

Et tout le ciel est heureux.

Salué par les cloches joyeuses,

Le printemps s’approche ;

 

L’alouette et la grive

Et tous les oiseaux des buissons

Font une ronde de leur chant

Autour du carillon de joie,

 

Et le pré de nos jeux

Sera le pré des sons.

 

Jean le vieil homme aux cheveux blancs,

Rit et chasse les soucis

Sous un chêne,

Et tous les grands-parents

Ils rient, ils rient,

Disent et disent :

Même joie de notre temps,

Même joie en ce jeune temps

Où nous étions garçons et filles

Dans le pré des sons.

 

Puis voici les petits si las.

Que leur joie est tombée

Comme le soleil

Et nos jeux sont finis.

Sur les genoux des mères,

Les enfants, les petits enfants,

Comme des oiseaux dans un nid,

Vont s’endormir.

Et des jeux, on n’en verra plus

Sur le pré des ombres.

 

L’AGNEAU


Petit agneau qui t’a fait,

Qui t’a fait, le sais-tu ?

Qui t’a donné la vie et fait te nourrir ?

Près du ruisseau, sur la prairie ?

Qui t’a donné ta douce toison,

Ta douce toison de laine brillante

Et ta voix si tendre

Qui réjouit tous les vallons ?

Petit agneau qui t’a fait,

Qui t’a fait, le sais-tu ?

 

Petit agneau, laisse-moi te le dire,

Laisse-moi te le dire, petit agneau,

On l’appelle comme toi,

Puisqu’il a choisi ton nom.

Humble et doux comme toi,

Il s’est fait petit enfant.

On nous appelle comme lui,

Moi, petit enfant, toi petit agneau.

Dieu te bénisse, petit agneau !

Petit agneau, Dieu te bénisse !

 

LE BERGER

Le sort du berger est le sort le plus doux.

Du matin au soir, doucement, il s’en va

Et tout le long du jour il va suivre ses moutons

Et sa bouche est pleine de louanges,

 

Car il entend le faible appel de l’agneau

Et la tendre réponse des brebis.

Il veille sur son troupeau qui repose,

Tranquille, parce qu’il est là, le berger.

 

JOIE D’ENFANT

« Je n’ai pas de nom,

Je n’ai que deux jours. »

Comment t’appellerai-je ?

« Je suis heureux,

Je m’appelle Joie. »

Que douce joie te vienne !

 

Gentille joie !

Douce joie de deux jours,

Je te nomme Joie douce.

Tu souris

Pendant que je chante.

Que douce joie te vienne !

 

LE PETIT NÈGRE

 

Ma mère me mit au monde dans le Sud sauvage

Et je suis noir ; mais, vous savez, mon âme est blanche.

Les petits Anglais sont blancs, comme les anges,

Et moi, je suis noir, comme s’il n’y avait pas pour moi de lumière.

 

Ma mère m’enseignait, sous un arbre accroupie,

Guettant la chaleur du jour,

Me prenait sur ses genoux et m’embrassait

Et, montrant du doigt l’Orient, me disait :

 

« Regarde le soleil se lever… Dieu est là-bas

Et c’est de là qu’il répand la lumière et la chaleur

Et les fleurs et les arbres, les bêtes et les hommes

Reçoivent l’espoir du matin, et la joie du grand midi. »

 

Et nous avons été mis sur terre, un peu de temps,

Pour apprendre à subir les rayons de l’Amour

Et nos corps bronzés, et ces visages sombres

Ne sont qu’un nuage et comme l’ombre des bois.

Traduit par Philippe Soupault et Anne Marie Le Borgne